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Faust
(Johann Wolfgang von Goethe)

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No es de extrañar que esta gran obra fuera trazada por la pluma de Johann Wolgang Goethe. Fue un hombre que, según las malas lenguas, buscó en su juventud el amor en estado puro, delirante y quimérico hasta la demencia. Parece como si Fausto contuviera páginas del diario del autor donde busca un consuelo, una explicación y hasta una forma de vivir lo que él mismo nunca vivió. Incluso alguna de sus andanzas muestra tiznes de disculpa por haber sido un hombre recordado injustamente por su condición política y conservadora.
En este libro, Fausto, principal personaje de la historia, servidor insaciable de Dios y desconocedor del placer ajeno a los libros de jurisprudencia, filosofía y medicina, además de las beldades de las mujeres, se encuentra con su propia esencia, Mefistófeles, quien de manera demoníaca le invita a descubrir la otra cara de la moneda, el resurgir de lo que fue antes de que lo encarcelaran sus propias utopías y sepultaran sus propios instintos como persona humana. En definitiva, la regeneración del hombre en sí mismo.
Sin duda, Fausto es una genialidad encarcelada entre los barrotes de fuerzas contradictorias creadas por un demonio sarcástico, mordaz y disconforme, fiel a la sátira más áspera e inventora y fructuosa, que le impulsaba a territorios escépticos al dogma y la contemplación. Claro está, que no acarreará con una supervivencia modelada con ajuste a las pautas y fórmulas de la sensatez capitalista. Es Fausto, la misma agua cristalina donde se reflejaba Goethe.
Este libro muestra la culminación del esplendor predominante ante los talantes más banales de la obra. Aunque el diablo acabara en victoria ante la farsa de Dios y su mismo embuste, bien es cierto que sólo es un querubín conspirador, turbulento y pecador pero no tan malicioso como podría parecer para cualquier ojo cristiano, a pesar de que Mefistófeles llevara a Fausto hasta las fuentes del placer y la dicha, jamás antes concebidas para un ente devoto del catolicismo.
Es bien seguro, que Goethe nos invitó con esta sublime obra, a la cual no han faltado grandes compositores que la coronaran con oberturas, a disfrutar del más inteligente de los sarcasmos acompañados de la risa, pero también, a la profunda reflexión sobre la conducta y la moral del hombre.



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