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Bartleby El Escribiente
(Herman Melville)

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Impresionante adelanto del mundo que Kafka y otros horrores contemporáneos escrito en una fecha tan temprana como 1857. Herman Melville, amargado por su falta de reconocimiento como escritor a pesar de haber escrito obras maestras como Moby Dick, traza en el personaje de Bartleby un paradigma de la falta de ilusión, de la derrota.
La historia está narrada en primera persona por un abogado sesentón, con tres convencionales empleados en su bufete, que, tras poner un anuncio, da trabajo a un cuarto que resulta ser el extravagante Bartleby. De apariencia modesta y buen trabajador, Bartleby da una primera muestra de rareza cuando al requerimiento de ponerse a leer con sus compañeros lo que han escrito para hacer la corrección de rigor responde: Preferiría no hacerlo. El moderado y comprensivo jefe intenta encontrar una explicación a su negativa y aunque no lo consigue, visto el buen comportamiento general del escribiente, transige. Pocos días después la negativa se vuelve a producir con las mismas palabras cuando le pide que ayude a sus compañeros en otra corrección, y también cuando le pide ir a un recado. Sorprendido y cautivado por la extrañeza del personaje, el abogado sigue transigiendo y dejándolo a su aire.
Una mañana de domingo en que por casualidad el abogado va a la oficina, descubre que Bartleby vive allí y que por eso es siempre el primero en estar y el último en marchar. Descubre que el hombre está solo y sin recursos y trata de socorrerle y de comprenderle. Sin embargo, el escribiente llega a un punto en que se niega incluso a escribir y realizar su trabajo habitual, con la misma cantinela: Preferiría no hacerlo. Y como también responde con la misma frase (que se le va contagiando al resto de los empleados) cuando el abogado le despide con un generoso finiquito y se limita a quedarse por la oficina sin hacer nada, el problema para el bufete comienza a ser complicado, sobre todo porque muchos clientes y abogados que lo visitan están extendiendo la noticia de la presencia del extraño enajenado.
Como al abogado, que no quiere usar a la policía, le resulta imposible hacerle marchar, decide trasladar su bufete a otro lugar y dejarle allí, en la habitación. Así lo hace, no sin sentir pena. Y unos días después los nuevos inquilinos le van a ver para exigirle que se haga cargo de Bartleby. Él responde que no tiene nada que ver con ese señor y que no le corresponde ocuparse de él y entonces los otros deciden llamar a la policía. Bartleby (que también rechaza el ofrecimiento del descorazonado abogado de irse a vivir a su casa con él) acaba en una prisión en un régimen muy blando y recibe de vez en cuando las visitas del abogado. Cada vez más pasivo, Bartleby acaba apareciendo muerto en la cama de su celda.



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