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Otelo
(William Shakespeare)

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Otelo, El Moro de Venecia, aún admitiendo que llegara a sentir celos, no fue ni con mucho, dominado por esa pasión como lo fue su criminal lugarteniente, Yago.
Los celos no constituyen el motivo principal de sus acciones.
Ante las constantes insinuaciones de Yago, Otelo reclama la prueba necesaria, no actuará por una simple sospecha. Porque él es, ante todo, un hombre de HONOR. Sufre, pero no se dejará arrastrar por los sentimientos de duda y de celos. Ante la duda, la exigencia de las pruebas y ante ellas, una venganza proporcional a la ofensa. (Ver Pág. 80)
Otelo mata a Desdémona porque ha ofendido el código de HONOR caballeresco de la época.
Se insiste en el honor de Otelo a lo largo de la obra: Cuando Yago quiere predisponerlo contra Rodrigo, (Pág. 8); cuando Montano habla de Otelo; cuando Yago discute con él, apela constantemente a su honor (pág. 70)
Si se define el honor como la cualidad moral que nos lleva a cumplir con el deber, no hay dudas de que Otelo lo es , por eso la decisión de ir a la guerra recién casado, así como la no menos valiente de destruir lo que más ama, su carrera y su esposa, para salvar el honor ofendido, siguiendo, por supuesto , las concepciones del personaje y de la época.
Según las cualidades del código caballeresco de la época feudal , la sola apariencia del adulterio hubiera sido duramente castigado por el marido, de la misma forma que exigía la absoluta observancia de la fidelidad y el afán de gloria y de honor.
El honor se relacionaba siempre con el cumplimiento del deber, con la adhesión a los ideales del bien y la virtud; sin embargo, en la conciencia del individuo de la época feudal, tanto el bien como la virtud obraban como algo supeditado al principio del honor, dimanante de él.
En varios parlamentos de Otelo se enfatiza el conflicto entre su amor y su honor. Aunque la ama, y no quiere su muerte, la fidelidad, la defensa de su honor solo tiene por JUSTO el cumplimiento fiel de la venganza:
(Ver pág. 130)
Como Desdémona niega haber dado el pañuelo a Cassio, él la tendrá por mentirosa y perjura, y su furor será tal que matará odiándola, como lo haría un asesino, y no como lo haría, como una inmolación, como el sacrificio por un ideal, el ideal del código caballeresco del honor que habían hecho suyos los humanistas de la época del Renacimiento.
Así es Otelo, un personaje impetuoso que sufre ante la duda, pero que defiende su honor a costa del más grande sacrificio, y que ante su terrible despertar al descubrir tardíamente la verdad, al verse deshonesto sin quererlo, se deja arrebatar su arma, ya símbolo del honor.
Desde el inicio de la obra, Yago se revela como una fuerza propulsora esencial en el desarrollo narrativo (diégesis) del drama.
La idea de que sus fines son egoístas y de que sus acciones se subordinan a lograr el éxito personal y de ascender de cualquier forma, se derivan de sus propias palabras ante el personaje Rodrigo (Pág. 1), lo que lleva a un error de interpretación de sus reales motivos si no se tiene en cuenta que han sido dichas delante de quien intenta engañar. Recordemos que estamos en presencia de una obra dramática en la que se llega a la comprensión de los personajes solo por sus acciones y sus palabras.
Pero, ¿qué hacer ante un personaje sin escrúpulos, desconfiado, conocedor del alma humana y que utiliza a todos en su provecho? Analizar sus monólogos. Curioso: solo Yago los tiene, donde su verdadero yo y sus más intimas intenciones y razones, se evidencian.
Al final del primer acto, Yago queda solo por primera vez en el escenario, y es entonces que salen a flote sus sentimientos y emociones (monólogo lírico); reflexiona y hace consideraciones sobre la situación en general (monólogo reflexivo), y toma una decisión importante para el ulterior desarrollo de las acciones (monólogo dramático) en una impecable combinación que nos revela todo su mundo interior.
Y es precisamente cuando revela un genuino sentimiento de CELOS
A partir de aquí se debe considerara Yago como la principal fuerza orientadora dentro del drama, en su afán de destruir a Otelo, su objeto de acción, y todo propulsado por los celos que le corroen las entrañas.
Luego comienza la parte reflexiva del monólogo. Calcula todo y en su reflexión demuestra que el puesto de Cassio es un subproducto de la acción y de su deseo de venganza. Así, Yago convierte a Cassio, como a Rodrigo y a su propia esposa, en ayudantes para sus fines.
La idea de que los celos son el verdadero móvil de Yago se refuerzan cuando en las pág. 40 y 41 también señala a Cassio como objeto de sus celos.
Hasta su propia esposa, Emilia, nombra sus celos en algunos parlamentos.
Yago es paranoico, obsesionado por los celos. La historia literaria ha sido injusta con él al interpretar como envidia un sentimiento tan fuerte que lo llevó al más horrendo de los crímenes.
Yago debía ser, lo es por derecho propio, el arquetipo del hombre celoso. Título que, sin embargo, la historia y la costumbre han dado a Otelo, El Moro de Venecia.



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