Doña Bárbara
(Rómulo Gallegos)
Es de las obras costumbristas más importantes de Hispanoamérica, proyectando a su autor un simple maestro provinciano a las más altas y convulsas esferas del poder. Publicada en 1929 en los postulados del llamado ?mundonovismo?, junto a autores como José Eustaquio Rivera autor de La Vorágine, movimiento que propende por una literatura latinoamericana prendida de los postulados del modernismo. Refleja de modo por demás ameno la esencia nacional y la problemática sociopolítica de Venezuela de principios del siglo veinte, y como tal ha sido realizada en el cine mexicano en categoría de melodrama rural, siendo protagonizado por la famosa María Félix, bella y fatal actriz que fue esposa de Agustín Lara y para quien dicho sea de paso los hombres solo servían para volverse piedras de complacer a la mujer La historia tiene un desarrollo lineal y sin compliques, un hombre: Santos Luzardo y una vecina Doña Bárbara en medio de una inmensa tierra llana e indómita ?bella y terrible a la vez- llena de accidentes topográficos con caminos sin fin, lluvias atronadoras y animales salvajes como el caimán y picarescos como las garzas. La mujer de carácter dominante es una versión en femenino de un tirano latino su misma hacienda se llama El Miedo. Odia a los de las pelotas entre las piernas por los vejámenes sufridos durante sus años mozos, cuando su padre casi la vende a un sirio leproso y unos bandidos mataron a su primer novio y la violaron. Aprende de los indios que la acogen lo malo y ahora con rencor, valida de sus encantos ha adquirido dinero y poder que utiliza para apoderarse de las haciendas a su derredor gracias a gobernantes corrompidos. Su corazón es duro y salvaje, más aún que el de los vaqueros a quienes domina y ni el saludo les da, sino los somete a un régimen de barbarie, valida de la crueldad y hasta de la brujería aprendida con los indios si era preciso. Santos un hombre fino y ?paquitín? como le dicen los peones es el prototipo de la razón y del imperio del orden, enemigo de la violencia y amigo de la ley. Al regresar de sus estudios de leyes es para ella un estorbo en la oportunidad de anexar mejores tierras a sus haciendas inmensas, ya que ya había destruido a su padre y a un pariente de aquel quien muere demente y alcoholizado por sus malas influencias. Y como una devoradora de hombres es consumida de un amor malsano por ese hombre que no debía ser su tipo y que le saburra la lengua y arde en sed. Intenta conquistarlo. Santos, acepta invitaciones y no la mira a ella, tampoco a sus vacas flacas amenazadas entre el péndulo de sequías e inundaciones. Santos solo tiene ojos para la hija de ella: Marisela, quien también bella, y al contrario de su madre es una muchacha dulce y femenina que crece sin desearlo en la ignorancia, y a quien él ofrece enseñanzas y encuentra en ella el canto del arpa. La historia de amor está entretejida con las costumbres de los duros habitantes de la zona. Las actividades de doma de potros salvajes, las luchas machistas, el mundo duro que termina seduciendo también a Santos, quien también cabalga al igual que Doña Bárbara por su extensión. En primera instancia deseaba vender su heredad, el hato de Altamira. Ahora llevado por el amor a Marisela y por su sangre llanera en quinta generación, solo anhela sacar adelante su propiedad, e ir contra el veneno de odios que corroe el llano. Para ello revela toda su hombría y valor basado en la razón. En la lucha de poderes el amor triunfa y Santos obtiene en matrimonio a Marisela. La madre adolorida y derrotada abandona los llanos, lo cual es como el símbolo del fin de un modo anacrónico de cacicazgo. Sin ella, llega una etapa de esplendente transfiguración. De futuro claro que acaba con un determinismo donde la naturaleza era la reina y el bárbaro caudillista otro verdugo del hombre, un nuevo tiempo de vacas gordas, prosperidad material e intelectual y con ello el envanecimiento de la alegría y la civilidad para el llanero amante de la libertad.
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